domingo, 8 de agosto de 2010

Recuerdos a la basura

El otro día, con la super limpieza que hice en mi dormitorio, encontré algo curioso de lo que no hablé. Algo que se merecía una entrada completa.
Dije que encontré cosas de mi infancia como el despertador, pero encontré otras cosas que tenía cuando era algo más mayor.
Encontré mi diario. El único diario que he tenido en mi vida, y lo tuve con diez años. Un regalo de una antigua amiga.
Recuerdo que se lo pedí yo diciéndole "con que me regales un diario o un peluche por mi cumpleaños me conformo". Y el día de mi cumpleaños apareció con un diario verde, no muy grueso, con un candado y dos llaves. Realmente me hizo ilusión, tener un sitio donde desahogarme en aquellos tiempos en los que no utilizaba el ordenador era un regalo casi divino.
Lo cogí entusiasmada y esa misma noche lo empecé contando todo cuanto me venía a la cabeza, sin embargo, a los pocos meses, le perdí el interés. Me gustaba tener el diario para desahogarme pero no era suficiente, necesitaba algo más y lo dejé de lado.

Ocho años más tarde, que se dice pronto, lo he encontrado, lo he leído, y sí, lo admito, me he reído. Me he llegado a caer de la risa sobre mi cama, sintiendo las lágrimas sobre mis mejillas. Afortunadamente no había mucho que leer, si no habría acabado con dolor de boca y deshidratada.

Pero como digo muchas veces, los recuerdos amargos y felices no están en un trozo de papel, sino en la cabeza. Por lo que, como no lo necesitaba, guardé la única llave que encontré y el candando en una cajita, y después de leerlo por completo, lo tiré a la basura. No lo necesitaba para nada. De esta manera solo recuerdo lo que de verdad me apetece recordar.

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