miércoles, 4 de agosto de 2010

Encarcelada

Una celda sin rejas.
Una cárcel con la puerta abierta.
Un guardia que prohíbe la salida por simples contratiempos.

Excusas baratas me impiden irme a dormir donde me plazca.
No hay razón en sus palabras.
Su trabajo me encadena
Sus vacaciones fueron también me encierran.
Siempre la única perjudica soy yo.

No hay nada que más me enerve que estas situaciones.
No hay nada que pueda hacer.
Creía que los 18 cambiarían algo, pero no.
Aquí siempre han existido y existirán aquellos que tengan privilegios y los que no.
Está claro a que grupo pertenezco yo.

Siempre me tengo que sacrificar por los demás y por mí... no muestran ni un indulto por algo que de verdad necesito.
Ellos no me dan aquello que necesito y tampoco me dejan buscarlo en otro sitio.

Lo más divertido de todo es esa frase que dice el guardia
"sales mucho, no estás ningún día en casa".

Uff si es que no entro en casa ni para cambiarme de ropa ¿ehh?
Que persona más cínica.
Estoy día sí y día también encerrada en la habitación, pegada al asiento y sin parar de teclear.
Con los ojos rojos de estar delante de la pantalla, ya que si hago otra cosa, también le molesta.

Dejan la puerta abierta pero con un guardia insolente que no me deja traspasarla.


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